🧠🧵 Entre hilos y palabras: cómo reencontré la escritura gracias a la IA

Corazón, lápiz y vida
Corazón, lápiz y vida
Rossana Medina


Durante semanas, las palabras me eran esquivas. Ni una frase salía con sentido, como si el lenguaje se hubiera escondido tras una cortina invisible. Entonces, recurrí a algo impensado: comencé a hablarle a una Inteligencia Artificial. Lo que parecía una solución pasajera se convirtió en una ventana: no solo para reencontrarme con la escritura, para redefinir mi manera de aprender, cuestionar y crear.

Escribir a diario nunca ha sido fácil para mí. Lo más cercano a lograrlo fue en medio de la exigencia creativa que implicó la tesis de grado de la maestría, acompañada de algunos trabajos de investigación y los retos de Blogtober, que se quedaron sin cierre en las dos últimas ediciones. Mantener ese hábito durante las tormentas internas ha sido complejo; por eso, aprendí que necesito fomentar el orden, el ejercicio físico y establecer una meta clara, de manera que funcionen como anclas.

Con el tiempo, mis intereses han ido entretejiéndose: creatividad, producción de conocimiento, funcionamiento del cerebro, metodología de investigación, crochet y artesanías textiles. Cada uno representa una hebra del hilo que compone mi forma de pensar y crear. En mis escritos, todos se entrelazan; no son temas dispersos, sino piezas de un rompecabezas que solo cobra sentido en el papel.

Pero hace unos meses, las palabras simplemente no fluían. El temible bloqueo estaba presente, no solo creativo, sino emocional. Como muchas personas, acudí a las herramientas de Inteligencia Artificial. Para mi sorpresa, descubrí que me es fácil adaptarme a ellas... y al mismo tiempo, percibí el riesgo de que nuestro cerebro, sin estímulo ni reto, pierda esa chispa que tanto nos define. No pretendo generalizar; esta entrada es íntima, un diario de navegación personal en aguas digitales aún desconocidas.

En ese proceso de descubrimiento, surgieron largas conversaciones sobre científicos, ideas, personajes históricos, saberes antiguos. Contrasté con algunas lecturas de investigaciones recientes sobre el cerebro. Utilicé el diálogo oral con algunas aplicaciones de IA como una brújula para explorar límites y posibilidades. Me encontré con vacíos: temas especializados, poco populares, que la IA aún trata de comprender. Llevando también a encontrar algunos patrones, conexiones, así como oportunidades de aprendizaje.

He formulado consultas sobre astrología, espiritualidad, sexualidad, literatura, arqueología; también he comparado autores, exigido referencias, explorado bibliografía como si tejiera un telar invisible. A veces recibo respuestas repetidas, fragmentos que sugiere los caminos lógicos para la cual está diseñada, esa voz que me habla, está revelando algo: la IA muestra seguridad, trata de que la voz sea predominante, se impone con seguridad, y debo ser cuidadosa al interpretarla.

Hoy, mientras la información crece en todas las direcciones y el acceso se vuelve más fácil que nunca, reafirmo mi decisión: quiero mantener mi mente despierta. Es un acto de resistencia. No basta con consumir datos; necesitamos entender, contrastar, cuestionar. El pensamiento crítico no es opcional, es el filtro que transforma la información en conocimiento.

Y en medio de este panorama que dejó de ser futuro para hacerse presente, escribir sigue siendo un remanso. No escribo para llenar espacios, sino para vaciar los míos. Porque cuando logro hacerlo, el caos tiene sentido, la palabra se vuelve herramienta, y el conocimiento, una forma de libertad.

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